8 de febrero de 2006

No hay pa qué entenderlo

"El lagrimeo mío es salpicar las raíces de tus dedos".

Así dice un verso de un poema de un gran amigo. Verso que amo por sobre cualquier otro y que supera todos los intentos de los últimos 14 meses, referidos a poesía, que yo he leído (y que no es menor).

Anoche, con esto del insomnio crónico, me quedé pensando y me imaginé una conversación en donde este amigo me preguntaba el significado del verso, a propósito de que yo le decía que lo amaba (al verso, eh). Uy, yo me desesperaba para que él me entiendera que daba lo mismo... un poco porque no le quería decir MI significado personal.

La cosa es que justamente ésa es la gracia: que existen tanto significados como lectores, pero más importante: que no existe ninguno. Sí, me puse un poco futbolera con pichanguera pa mis cosas: ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario.

Pasa lo siguiente: ¿qué significa que el lagrimeo mío sea salpicar las raíces de tus dedos?, ¿significa algo puntual, una acción? Probablemente sí. Probablemente el único que lo sabe es mi amigo y así debe ser. El punto es que para mí no lo existe. En mí, en mi cerebro, en mi creación poética, no existe un lagrimeo mío que salpique las raíces de tus dedos (existe sólo en mi amigo), lo que sí hay en mí es la recepción de esa proyección como algo que pasa a ser personal y que seguramente dista mucho de lo que él pensó inicialmente.

Yo recibo ese verso y en mí él es otra cosa cualquiera. Y a mí LLEGA, en mí no ES; por lo tanto no es necesario que yo lo comprenda, pues no poseo los códigos de referencia que lo originaron en el sistema de su autor. Por lo tanto no importa si tiene un significado para mí que puede ser expresado en palabras... el significado que subyace tras ese verso lo posee sólo quien lo escribió. Malamente la única oportunidad que tendría yo dentro de ese juego, es intentar adivinar; y para qué desgastarse. Hay que asimilarlo... no comprenderlo, no querer descifrarlo. Sería como querer destejer un sweter. Hubo una idea y él la plasmó: ahora yo debo quedarme con lo plasmado, no con la idea, la idea no fue hecha para concebirse en mí.

La poesía no se entiende a un nivel explícito como la prosa. Puede hacerse, pero normalmente quien cree lograrlo, no está que más que diciendo patrañas respecto de lo que ha leído.

No hay que intentarlo tampoco. Es como un perfume: uno lo huele, es rico, a lo más puede llegar a saber si es dulce, tosco o cítrico; pero de ahí a desentrañar la composición floral, pfff. Se pierde la gracia, el toque y se nos escapa la esencia; pues la esencia poética es recibir lo que sea que llegue a instalarse y hacerlo propio desde ahí, no intentar uno volver a crear lo ya creado.

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