En estos días extraños he pensado mucho en todas las abuelas y las he echado de menos.
He tenido pena por la perspectiva del futuro y ciertas posibilidades.
También he pensado que quisiera matar para dar espacio al mundo. No cabemos dos en el planeta. No nosotras.
Pero son cosas que no van a pasar. No sé exactamente a quién dirigir las balas de mi magnum, y aunque podría averiguarlo, el fondart me tiene bastante ocupada estos días.
He pensado que hay que hacer algo grande de aquí al Bicentenario. Y que hay que tener vacaciones a lo grande para celebrar el título.
Me gustaría tener a mis abuelas y a mi tía para decirles que a veces pienso cosas penosas a pesar de mi felicidad, y que cuando quiero matar es cierto. Lo quiero, y aunque no lo haría, no dejo de quererlo.
Me he vuelto violenta.
Quiero decirles a mis abuelas que me titulé. Que entregué todo y deben estar imprimiendo (espero) mi diploma.
A la que no alcanzó a saberlo quiero contarle que estudié periodismo becada, que me fue muy bien, que soy artista, que tengo una editorial, que estoy por abrir mi empresa de comunicaciones, que me fui de viaje, que a veces veo al FM en el metro, que se ha muerto gente bella que no debería, que me gusta ver tele, que me gusta Bon Jovi, que estudiaré francés, que quiero hacer algo bueno con los niños.
A la primera que se fue le quiero decir que la adoro y que lamento mucho no haber alcanzado a entender el valor de la memoria y de la vejez antes de que muriera.
A la última le quiero decir que agradezco la familia que me regaló y quiero preguntarle si es verdad lo que me dijo. Ella solamente lo sabía. Yo le creo y me aferro a sus palabras, pero me imagino que como en todo la experiencia es lo único que podrá llevarse por completo estas penas.
A mi tía le quiero decir que los zapatos y los trajes son maravillosos y que la vida es una constante fiesta a pesar de todo. Que tiene una discípula de la alegría y de las causas nobles.
Me faltan las abuelas. Que me digan que no tenga odio, que es malo, que la vida da vueltas. Que me cuenten sus historias en el extranjero, en Italia, en donde sea, para que yo pueda asimilar mi propia historia.
Me faltan las abuelas para que no me falte una magnum, o un escáner. Que no me haga falta que los demás me hablen cosas.
Cuando yo no sé qué hacer, me faltan las abuelas. Y cuando me gano premios. Y cuando voy a seminarios de teatro. Y cuando hay la pena. Las abuelas que me lleven de vacaciones y no tener que tomar decisiones con la pena. Que nos inviten para navidad y no estar solos, y para año nuevo.
Que no haya nostalgia del mundo.
Las abuelas no conocen al Rufino, y lo amarían.
Pero no están. En ninguna parte. En ninguna.
He tenido pena por la perspectiva del futuro y ciertas posibilidades.
También he pensado que quisiera matar para dar espacio al mundo. No cabemos dos en el planeta. No nosotras.
Pero son cosas que no van a pasar. No sé exactamente a quién dirigir las balas de mi magnum, y aunque podría averiguarlo, el fondart me tiene bastante ocupada estos días.
He pensado que hay que hacer algo grande de aquí al Bicentenario. Y que hay que tener vacaciones a lo grande para celebrar el título.
Me gustaría tener a mis abuelas y a mi tía para decirles que a veces pienso cosas penosas a pesar de mi felicidad, y que cuando quiero matar es cierto. Lo quiero, y aunque no lo haría, no dejo de quererlo.
Me he vuelto violenta.
Quiero decirles a mis abuelas que me titulé. Que entregué todo y deben estar imprimiendo (espero) mi diploma.
A la que no alcanzó a saberlo quiero contarle que estudié periodismo becada, que me fue muy bien, que soy artista, que tengo una editorial, que estoy por abrir mi empresa de comunicaciones, que me fui de viaje, que a veces veo al FM en el metro, que se ha muerto gente bella que no debería, que me gusta ver tele, que me gusta Bon Jovi, que estudiaré francés, que quiero hacer algo bueno con los niños.
A la primera que se fue le quiero decir que la adoro y que lamento mucho no haber alcanzado a entender el valor de la memoria y de la vejez antes de que muriera.
A la última le quiero decir que agradezco la familia que me regaló y quiero preguntarle si es verdad lo que me dijo. Ella solamente lo sabía. Yo le creo y me aferro a sus palabras, pero me imagino que como en todo la experiencia es lo único que podrá llevarse por completo estas penas.
A mi tía le quiero decir que los zapatos y los trajes son maravillosos y que la vida es una constante fiesta a pesar de todo. Que tiene una discípula de la alegría y de las causas nobles.
Me faltan las abuelas. Que me digan que no tenga odio, que es malo, que la vida da vueltas. Que me cuenten sus historias en el extranjero, en Italia, en donde sea, para que yo pueda asimilar mi propia historia.
Me faltan las abuelas para que no me falte una magnum, o un escáner. Que no me haga falta que los demás me hablen cosas.
Cuando yo no sé qué hacer, me faltan las abuelas. Y cuando me gano premios. Y cuando voy a seminarios de teatro. Y cuando hay la pena. Las abuelas que me lleven de vacaciones y no tener que tomar decisiones con la pena. Que nos inviten para navidad y no estar solos, y para año nuevo.
Que no haya nostalgia del mundo.
Las abuelas no conocen al Rufino, y lo amarían.
Pero no están. En ninguna parte. En ninguna.
2 comentarios:
Lo que yo puedo, lo que yo hago es abrazarte de alguna forma siempre, aunque me falte la proximidad, aunque me falten años, arrugas y más
(y mucho)
.....Buenas noches Luisa, ya es algo tarde para estar pegado a la pc, pero no me he podido desprender de tu blog, te he puesto algo por allí, y tienes razón los abuelos, bueno las abuelas ya no están, pero....SI están, estamos "hablando" de ellas, y si no fuera por las tuyas, no hubieras soltado ese nostalgico corazón que tienes, y que dice que todavía eres una niña de menos de 22........
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