Un día de lluvia, como hoy, pero dentro de 10 años más. Yo aquí mismo, quizás. Ya no la oficina, sino la recepción. Las ventanas con vidrios, las grietas selladas, el viento que no puede entrar.
Y entonces el olor a parafina que me llega desde alguna casa vecina. Una estufa prendiéndose en la vereda. La parafina que comienza a consumirse generando calor. El recuerdo del invierno del año 2009... el último invierno de mi vida en que sentí el olor a parafina en el pasillo junto a la cocina mientras se apagaba en la oscuridad absoluta de una casa que estaba pronta a dejar su pasado para insertarse en el futuro.
La parafina me trae el recuerdo del invierno 2009, el último en que pasé frío, la última vez que se me helaron los huesos. Con mi gatita operada metiéndose debajo de las frazadas buscando temperarse. Con la noche gélida en que estuve, por primera vez, durmiendo fuera de casa después de muchos años.
El último invierno en que nos cortaron la luz y quizás el agua. El fin de un estilo de vida caracterizado por eso: un invierno largo y frío con olor a parafina. Una casa helada imposible de calentar.
El comienzo de un sueño. El gran proyecto 2009 que acabó con todo lo demás y trajo la luz que se nunca se olvida. Un pc mucho más moderno que también alberga las lecturas que cambiaron mi vida hace 10 años, esos libros en PDF que me quemaron las pestañas y me sanaron del vacío. Lecturas silenciosas y solitarias con mi estufa a gas al lado, mi termo lleno de té y mi buzo... para ir al gimnasio.
Y lo recuerdo en este mismo lugar, con una silla más cómoda y un escritorio más grande. Y debo dejar de escribir en el blog porque hay que tomar datos y coordinar la excursión a Valle Nevado... donde el frío es una anécdota llena de monos de nieve que se construyen con guantes a prueba de agua.
Y entonces el olor a parafina que me llega desde alguna casa vecina. Una estufa prendiéndose en la vereda. La parafina que comienza a consumirse generando calor. El recuerdo del invierno del año 2009... el último invierno de mi vida en que sentí el olor a parafina en el pasillo junto a la cocina mientras se apagaba en la oscuridad absoluta de una casa que estaba pronta a dejar su pasado para insertarse en el futuro.
La parafina me trae el recuerdo del invierno 2009, el último en que pasé frío, la última vez que se me helaron los huesos. Con mi gatita operada metiéndose debajo de las frazadas buscando temperarse. Con la noche gélida en que estuve, por primera vez, durmiendo fuera de casa después de muchos años.
El último invierno en que nos cortaron la luz y quizás el agua. El fin de un estilo de vida caracterizado por eso: un invierno largo y frío con olor a parafina. Una casa helada imposible de calentar.
El comienzo de un sueño. El gran proyecto 2009 que acabó con todo lo demás y trajo la luz que se nunca se olvida. Un pc mucho más moderno que también alberga las lecturas que cambiaron mi vida hace 10 años, esos libros en PDF que me quemaron las pestañas y me sanaron del vacío. Lecturas silenciosas y solitarias con mi estufa a gas al lado, mi termo lleno de té y mi buzo... para ir al gimnasio.
Y lo recuerdo en este mismo lugar, con una silla más cómoda y un escritorio más grande. Y debo dejar de escribir en el blog porque hay que tomar datos y coordinar la excursión a Valle Nevado... donde el frío es una anécdota llena de monos de nieve que se construyen con guantes a prueba de agua.
2 comentarios:
Me dio de esa pena buena. Qué año el 2009.
Te voy a pasar a ver en mi auto volador
Qué año, te acuerdas? Ese año tuvimos mucho sexo, lo recuerdo clarito, jajajajaja.
Tu auto volador es la raja (le salieron alas a potito).
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