Lo que pasa con la democracia es bastante interesante. Por un lado estamos quienes la defendemos como forma de organización social; y por otro lado quienes apuestan por otro tipo de Estado.
La anarquía es una utopía curiosa. Al contrario de lo que muchos creen, no es la ausencia de sociedad organizada, sino la existencia de una organización voluntaria y libre de la coacción que ejercen entes como el Estado. ¿Por qué? Porque el ser humano como ser social (zoon politikon, como dijera Aristóteles) no puede subsistir sin la organización. Podemos reducir todo al mínimo y que cada persona cultive sus alimentos y críe sus animales, que cada cual construya su casa, pero siempre llegaremos a momentos donde nos necesitamos mutuamente: si cada uno aislara sus virus para crear sus propias vacunas la vida sería un desastre. Si cada uno vigilara los cielos para ver cuándo cae un meteoro... lo mismo. La necesidad de organización colectiva donde los individuos se especializan y cumplen distintos roles ya fue demostrada como una vía natural de evolución en política, por lo tanto volver atrás sería regresar a las cavernas.
La anarquía, entonces, busca que esta organización sea libre, voluntaria y sin coacciones, sin represión, sin castigos administrados por un ente superior... en otras palabras: imposible. Porque su supuesto básico es la diferencia de los seres humanos y su derecho a autorrealizarse como mejor estimen, lo que considera en sí mismo que hay tantos intereses como seres humanos, por lo que un orden global voluntario es un sueño ridículo.
Luego está una forma de gobierno arcaica que aún persiste: la monarquía. La monarquía fue considerada como una forma de organización poco eficiente debido a que la sucesión "real" no es garantía de buen gobierno ni responde a los intereses de la mayoría. La aristocracia y la dictadura (en su forma represiva del siglo XX y XXI) también caben dentro de este patrón. Obedecen a intereses de unos pocos que se aplican a todos.
Por eso cuando surge la democracia su intención es el gobierno de la mayoría. De ahí que se elige por votación popular la cabeza del Estado y sus estamentos. Sin embargo, sabemos que el poder de los medios masivos y del dinero son los que muchas veces conducen la dirección del voto. Ni mencionar el fraude electoral que pone en los puestos clave a quienes no han sido elegidos popularmente.
Ante la crisis sistémica que enfrenta actualmente el mundo, surgen voces que sacan a relucir la decadencia de la democracia contemporánea, su perversión y tiranización en manos de las castas de poder. Para ellos el modelo a surgir es la tan piropeada méritocracia.
La méritocracia, como su etimología lo señala, es el gobierno de los que tienen méritos para ejecutarlo, es decir, de los más capaces. De los tecnócratas, de los que saben, de los que estudiaron para ello. También es llamada tecnocracia y si bien sus fines parecen ser altruistas, su concepción postula la incapacidad de la masa para tomar decisiones acertadas en cuanto a su gobierno, por lo que destina estas labores a la casta que conforma la elite intelectual. Una elite que ya no es económica ni dinástica como era la monarquía, pero que sigue estando conformada por muy pocos que han sido dotados de capacidades intelectuales heredadas y que las han desarrollado en ambientes privilegiados.
No privilegiados en el sentido de adinerados, pues hablo de personas con gran capacidad intelectual a quienes, se sabe, sus padres han estimulado desde pequeños y han recibido incentivos positivos para desarrollarse como individuos. Obviamente la mayoría de los niños de las poblaciones no caben acá.
La méritocracia, para mi gusto, es también una forma elítica de gobierno. Apunta a que las cabezas sean los que han sido mejor dotados intelectualmente por circunstancias que son ajenas a ellos. Nadie elige ser hijo de padres profesionales ni nacer en un barrio de clase media donde es posible desarrollarse integralmente. Las condiciones genéticas y ambientales no dependen del ser humano nacido y en formación, por lo tanto es otra forma de monarquía que incentivará el desarrollo de líneas de sucesión de castas.
La democracia sigue siendo eficiente por todo esto. Al menos como modelo originario. Su aplicación, especialmente en América Latina, deja mucho que desear, pero aún así no podemos negar que, en efecto, tenemos a los presidentes que nos merecemos (si somos una sociedad absorbida por la tele, qué más podemos esperar) y que en cualquier momento un pueblo puede derrocar un gobierno si se lo propone, se organiza y lucha unido.
Si la democracia nos duerme no es por ella, es porque lo permitimos. Si la democracia decae día a día es porque dejamos que caiga no es porque la fórmula se esté agotando, sino porque nosotros estamos agotados.
Si fuéramos capaces, como pueblo, de refortalecer la democracia, no sólo lograríamos mejorar la calidad de vida de quienes vivimos en ella, sino también combatir otra forma de gobierno que está en ciernes, escondida, y que en realidad es la más poderosa que existe en los países con economías de libremercado: la "corporatocracia", el gobierno de las corporaciones y las empresas. El gobierno del dinero en otras palabras.
Pero nuevamente, el problema no es lo que el sistema nos quiere insertar y hacernos creer, el problema es lo que aceptamos y creemos desde nuestras casas mientras cambiamos la tele con el control remoto.
La anarquía es una utopía curiosa. Al contrario de lo que muchos creen, no es la ausencia de sociedad organizada, sino la existencia de una organización voluntaria y libre de la coacción que ejercen entes como el Estado. ¿Por qué? Porque el ser humano como ser social (zoon politikon, como dijera Aristóteles) no puede subsistir sin la organización. Podemos reducir todo al mínimo y que cada persona cultive sus alimentos y críe sus animales, que cada cual construya su casa, pero siempre llegaremos a momentos donde nos necesitamos mutuamente: si cada uno aislara sus virus para crear sus propias vacunas la vida sería un desastre. Si cada uno vigilara los cielos para ver cuándo cae un meteoro... lo mismo. La necesidad de organización colectiva donde los individuos se especializan y cumplen distintos roles ya fue demostrada como una vía natural de evolución en política, por lo tanto volver atrás sería regresar a las cavernas.
La anarquía, entonces, busca que esta organización sea libre, voluntaria y sin coacciones, sin represión, sin castigos administrados por un ente superior... en otras palabras: imposible. Porque su supuesto básico es la diferencia de los seres humanos y su derecho a autorrealizarse como mejor estimen, lo que considera en sí mismo que hay tantos intereses como seres humanos, por lo que un orden global voluntario es un sueño ridículo.
Luego está una forma de gobierno arcaica que aún persiste: la monarquía. La monarquía fue considerada como una forma de organización poco eficiente debido a que la sucesión "real" no es garantía de buen gobierno ni responde a los intereses de la mayoría. La aristocracia y la dictadura (en su forma represiva del siglo XX y XXI) también caben dentro de este patrón. Obedecen a intereses de unos pocos que se aplican a todos.
Por eso cuando surge la democracia su intención es el gobierno de la mayoría. De ahí que se elige por votación popular la cabeza del Estado y sus estamentos. Sin embargo, sabemos que el poder de los medios masivos y del dinero son los que muchas veces conducen la dirección del voto. Ni mencionar el fraude electoral que pone en los puestos clave a quienes no han sido elegidos popularmente.
Ante la crisis sistémica que enfrenta actualmente el mundo, surgen voces que sacan a relucir la decadencia de la democracia contemporánea, su perversión y tiranización en manos de las castas de poder. Para ellos el modelo a surgir es la tan piropeada méritocracia.
La méritocracia, como su etimología lo señala, es el gobierno de los que tienen méritos para ejecutarlo, es decir, de los más capaces. De los tecnócratas, de los que saben, de los que estudiaron para ello. También es llamada tecnocracia y si bien sus fines parecen ser altruistas, su concepción postula la incapacidad de la masa para tomar decisiones acertadas en cuanto a su gobierno, por lo que destina estas labores a la casta que conforma la elite intelectual. Una elite que ya no es económica ni dinástica como era la monarquía, pero que sigue estando conformada por muy pocos que han sido dotados de capacidades intelectuales heredadas y que las han desarrollado en ambientes privilegiados.
No privilegiados en el sentido de adinerados, pues hablo de personas con gran capacidad intelectual a quienes, se sabe, sus padres han estimulado desde pequeños y han recibido incentivos positivos para desarrollarse como individuos. Obviamente la mayoría de los niños de las poblaciones no caben acá.
La méritocracia, para mi gusto, es también una forma elítica de gobierno. Apunta a que las cabezas sean los que han sido mejor dotados intelectualmente por circunstancias que son ajenas a ellos. Nadie elige ser hijo de padres profesionales ni nacer en un barrio de clase media donde es posible desarrollarse integralmente. Las condiciones genéticas y ambientales no dependen del ser humano nacido y en formación, por lo tanto es otra forma de monarquía que incentivará el desarrollo de líneas de sucesión de castas.
La democracia sigue siendo eficiente por todo esto. Al menos como modelo originario. Su aplicación, especialmente en América Latina, deja mucho que desear, pero aún así no podemos negar que, en efecto, tenemos a los presidentes que nos merecemos (si somos una sociedad absorbida por la tele, qué más podemos esperar) y que en cualquier momento un pueblo puede derrocar un gobierno si se lo propone, se organiza y lucha unido.
Si la democracia nos duerme no es por ella, es porque lo permitimos. Si la democracia decae día a día es porque dejamos que caiga no es porque la fórmula se esté agotando, sino porque nosotros estamos agotados.
Si fuéramos capaces, como pueblo, de refortalecer la democracia, no sólo lograríamos mejorar la calidad de vida de quienes vivimos en ella, sino también combatir otra forma de gobierno que está en ciernes, escondida, y que en realidad es la más poderosa que existe en los países con economías de libremercado: la "corporatocracia", el gobierno de las corporaciones y las empresas. El gobierno del dinero en otras palabras.
Pero nuevamente, el problema no es lo que el sistema nos quiere insertar y hacernos creer, el problema es lo que aceptamos y creemos desde nuestras casas mientras cambiamos la tele con el control remoto.
4 comentarios:
Tagle cerró el curso diciendo algo como "la fantasía de la democracia" (o algo en esa línea jajaja) en el sentido de que no hay una definición fija del término...
Creo que el problemaes que hay demasiadas ideas de "democracia". Pinochet habló de ella al realizar el plebiscito y es como una puta "bien puta" que sólo se vende al mejor postor.
Me caen mejor las putas que las señoritas de su casa!! jajaja. Y Tagle qué sabe, lo único que sabe es infundir el miedo absoluto.
Tagle, como un tirano y misógino, pa más pior, pes.
La democracia es tan bella, JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.
Miedito, no hablemos del coco que nos viene a comer el poto, jajaja.
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