Hoy se cumple un importante hito en la vida de muchos que caímos en combate. Hoy se cierra el ciclo para quienes aún lo tenían abierto. Hoy nace la esperanza de un mundo distinto: debutó el nuevo Semáforo Matinal de la Radio Universidad de Chile, en manos de la capísima Antonella Estévez.
Este suceso me recuerda, por supuesto, mi año y medio en la producción del emblemático espacio. Lo vi pasar desde un noticiero de cultura de 20 minutos, a un programa hecho y derecho de una hora de duración. Y tomo la parte del crédito que me corresponde por eso.
En aquella época el dinero pudo más. La oferta fue tan tentadora que me quedé trabajando allí después de terminar mi práctica laboral. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran las hostilidades por parte de la editora de aquel entonces, y poco a poco empecé a sufrir del síndrome del burn-out (busquen en Google) y acoso laboral. Mi media jornada pasó a ser más de media jornada, me llamaban todo el día por teléfono, tenía que hacerme cargo de cosas que no correspondía y en paralelo buscaba otro trabajo que no aparecía por ningún lado.
Pero a pesar de todo lo malo de ese tiempo, que fue bastante traumático, quiso el destino que algo bueno naciera después de la tormenta.
Un día martes 6 de diciembre del año 2007 lo insostenible terminó por explotar. Llegué como siempre, esperando que al momento de poner un pie adentro de la oficina, ardiera Troya. Así fue. Esta vez porque una persona encargada de llevar una música no la había llevado. Una persona que era amiga de la editora por cierto. Cabe aclarar que esto siempre pasa en producción. Los invitados se caen día por medio, la gente no manda los libros o CD's que tiene que mandar, aparecen tarde, no contestan el teléfono, entienden mal. Los que trabajamos alguna vez en medios lidiamos día a día con estas realidades y las aceptamos como tal y actuamos rápido.
Cuento corto: ardió Troya porque no había llegado un CD con música. Y culpa mía no era. Y entonces dije: hasta acá llegó yo. La editora subió al estudio y yo decidí que ese día no subiría... Saqué toda la info que me pertenecía del computador, borré los archivos personales, preparé todo para mi partida. Y mi fiel compañero de labores, Nelson, me decía que no me fuera, que aguantara dos meses más, que ya venían las vacaciones, que me iba a quedar sin sueldo, que mi familia, etc, etc. Pero por otro lado estuvo mi colega Grace que me encontró llorando sobre el escritorio y me dijo "no vale la pena vivir así" y un montón de cosas más que atesoro. En paralelo mi estimado personal Elías me daba apoyo por messenger, me decía que me fuera.
Y la disyuntiva: me quedo a avisar que me voy o me voy. Me quedé. Palabras iban y venían, pero la suerte estaba echada. Ese día salí de la radio sin mirar atrás. Sin mirar atrás es un decir, porque me tocaba por dos meses más hacer otro programa que producía, pero se entiende.
Fue la mejor decisión de mi vida. Nunca me arrepentí de renunciar a la radio, ni en mis 4 meses de cesantía que parecía nunca terminar. Siempre extrañé a mis compañeros, pero mi destino estaba lejos del estudio y se realizaría a través de la creación de mi empresa.
Por eso, a pesar de que el reino del mal fue una época oscura, no me queda más que agradecer a ese Semáforo y a esa editora porque sin esa maldad no hubiera continuado mi camino ni llegado hasta este puerto de transición que es mucho más rentable y 100% más libre.
Mi ciclo se cerró hace años. Sé de algunos que aún sufren amargamente por cómo se desarrollaron las cosas en aquel entonces. Yo estoy en paz. Mi presente es fruto de ese pasado y por eso no tengo más que agradecimiento a esa etapa. Se tragaron muchas babas, murieron muchos en combate, pero sin esa batalla no hubiéramos resurgido como los grandes guerreros que hoy somos.
Salud por el Semáforo del pasado y más aún por el del presente, que trae consigo la luz, el respeto, la excelencia comunicacional y su propio blog.
Este suceso me recuerda, por supuesto, mi año y medio en la producción del emblemático espacio. Lo vi pasar desde un noticiero de cultura de 20 minutos, a un programa hecho y derecho de una hora de duración. Y tomo la parte del crédito que me corresponde por eso.
En aquella época el dinero pudo más. La oferta fue tan tentadora que me quedé trabajando allí después de terminar mi práctica laboral. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran las hostilidades por parte de la editora de aquel entonces, y poco a poco empecé a sufrir del síndrome del burn-out (busquen en Google) y acoso laboral. Mi media jornada pasó a ser más de media jornada, me llamaban todo el día por teléfono, tenía que hacerme cargo de cosas que no correspondía y en paralelo buscaba otro trabajo que no aparecía por ningún lado.
Pero a pesar de todo lo malo de ese tiempo, que fue bastante traumático, quiso el destino que algo bueno naciera después de la tormenta.
Un día martes 6 de diciembre del año 2007 lo insostenible terminó por explotar. Llegué como siempre, esperando que al momento de poner un pie adentro de la oficina, ardiera Troya. Así fue. Esta vez porque una persona encargada de llevar una música no la había llevado. Una persona que era amiga de la editora por cierto. Cabe aclarar que esto siempre pasa en producción. Los invitados se caen día por medio, la gente no manda los libros o CD's que tiene que mandar, aparecen tarde, no contestan el teléfono, entienden mal. Los que trabajamos alguna vez en medios lidiamos día a día con estas realidades y las aceptamos como tal y actuamos rápido.
Cuento corto: ardió Troya porque no había llegado un CD con música. Y culpa mía no era. Y entonces dije: hasta acá llegó yo. La editora subió al estudio y yo decidí que ese día no subiría... Saqué toda la info que me pertenecía del computador, borré los archivos personales, preparé todo para mi partida. Y mi fiel compañero de labores, Nelson, me decía que no me fuera, que aguantara dos meses más, que ya venían las vacaciones, que me iba a quedar sin sueldo, que mi familia, etc, etc. Pero por otro lado estuvo mi colega Grace que me encontró llorando sobre el escritorio y me dijo "no vale la pena vivir así" y un montón de cosas más que atesoro. En paralelo mi estimado personal Elías me daba apoyo por messenger, me decía que me fuera.
Y la disyuntiva: me quedo a avisar que me voy o me voy. Me quedé. Palabras iban y venían, pero la suerte estaba echada. Ese día salí de la radio sin mirar atrás. Sin mirar atrás es un decir, porque me tocaba por dos meses más hacer otro programa que producía, pero se entiende.
Fue la mejor decisión de mi vida. Nunca me arrepentí de renunciar a la radio, ni en mis 4 meses de cesantía que parecía nunca terminar. Siempre extrañé a mis compañeros, pero mi destino estaba lejos del estudio y se realizaría a través de la creación de mi empresa.
Por eso, a pesar de que el reino del mal fue una época oscura, no me queda más que agradecer a ese Semáforo y a esa editora porque sin esa maldad no hubiera continuado mi camino ni llegado hasta este puerto de transición que es mucho más rentable y 100% más libre.
Mi ciclo se cerró hace años. Sé de algunos que aún sufren amargamente por cómo se desarrollaron las cosas en aquel entonces. Yo estoy en paz. Mi presente es fruto de ese pasado y por eso no tengo más que agradecimiento a esa etapa. Se tragaron muchas babas, murieron muchos en combate, pero sin esa batalla no hubiéramos resurgido como los grandes guerreros que hoy somos.
Salud por el Semáforo del pasado y más aún por el del presente, que trae consigo la luz, el respeto, la excelencia comunicacional y su propio blog.
4 comentarios:
Y qué pasó con la TBBa?
Ya no conduce el programa.
Hola se hacen clases ,defiendase de los malechores .
Acá está el reino del... JUGAAAAAAAAAAR
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