Me acuerdo de cuando me quería ir. Uuuuuy, qué tiempos aquéllos. No fue hace mucho, un año, dos años quizás. Me parecía que en cualquier parte me podía ir mejor que aquí, y eso que el éxito siempre me ha sobrado, jajaja. Me parecía que todos los demás países eran mejores para vivir y crecer. Salvo Bolivia, claro, con mucho respeto a ese gran pueblo... pero no. Me parecía que vivir como turista era más entretenido que como residente. Que estando sola en una nación entera donde nadie te conoce (o muy pocos), es posible reinventarse mil veces y ser libre.
Y es cierto. Ser turista siempre es más entretenido que ser residente.
Con el paso del tiempo se me aquietó el espíritu un poco. Ya no me quiero ir. Quiero viajar por períodos cortos. A ver a mi proletín, a aprender un inglés así por ser yes yes, a profesionalizar mi incipiente carrera de makeup artist (o sea), a recorrer playas para seguir realizando mi ranking y dar con la mejor de todas. Pero tranquila. La verdad es que ya no tengo esa urgencia por dejarlo todo pensando que en otro lado existe algo que acá no puedo encontrar.
Porque lo cierto es que no es así. En otro lado no existe nada que no pueda encontrar aquí, lo que sucede es que como todo es conocido y familiar, se agotan las fuentes de búsqueda. La rutina contribuye a ello, porque en un país diferente ir a comprar el pan es una aventura... y es bonito, pero no es necesario.
Hace un mes más o menos me surgió otra inquietud ligada a la partida, pero más cercana. Buscarme un departamento y marcharme. Me gusta la idea de probar a ver qué ocurre; pero odio generar una mayor cantidad de dinero que se vaya en un arriendo en vez de irse a un viaje mensual para desestresarme. Eso sí sería una buena inversión. Irme todos los meses a algún lugar del país y recorrer por unos días. Esa idea me gusta más. Pero igual me quiero ir un poco a mi casa mía, pero igual no quiero pagar extra, pero igual me quiero ir, pero igual no quiero gastar más. Digo, mantener la casa actual como siempre y mantener la casa nueva además, no me resulta atractivo.
Yo quería irme del país no porque no pudiera desarrollarme laboralmente, sino porque buscaba libertad indondicional y desapego de las responsabilidades que cargo. Decía: si me voy es el único modo en que no tengo que responder por los demás ni cuidarlos. Pero eso es ser cobarde. Los cobardes se van. Los valientes dan la pelea. Y yo soy warrior number one. Y mi batalla está en pleno desarrollo con todas las apuestas a mi favor. Es cuestión de tiempo.
Veremos qué se da. Lo relevante es que me quedo aquí. ¿Quién necesita otros países cuando tiene Chile entero por el norte y por el sur? Con su San Pedro, su Frutillar, sus Torres del Paine, su nieve (que algún día conoceré), su costa kilométrica e infinita, sus hielos eternos (no vamos a decir su Laguna del desierto porque ya saben...). No se necesita nada más.
Vamos, que se puede.
Y es cierto. Ser turista siempre es más entretenido que ser residente.
Con el paso del tiempo se me aquietó el espíritu un poco. Ya no me quiero ir. Quiero viajar por períodos cortos. A ver a mi proletín, a aprender un inglés así por ser yes yes, a profesionalizar mi incipiente carrera de makeup artist (o sea), a recorrer playas para seguir realizando mi ranking y dar con la mejor de todas. Pero tranquila. La verdad es que ya no tengo esa urgencia por dejarlo todo pensando que en otro lado existe algo que acá no puedo encontrar.
Porque lo cierto es que no es así. En otro lado no existe nada que no pueda encontrar aquí, lo que sucede es que como todo es conocido y familiar, se agotan las fuentes de búsqueda. La rutina contribuye a ello, porque en un país diferente ir a comprar el pan es una aventura... y es bonito, pero no es necesario.
Hace un mes más o menos me surgió otra inquietud ligada a la partida, pero más cercana. Buscarme un departamento y marcharme. Me gusta la idea de probar a ver qué ocurre; pero odio generar una mayor cantidad de dinero que se vaya en un arriendo en vez de irse a un viaje mensual para desestresarme. Eso sí sería una buena inversión. Irme todos los meses a algún lugar del país y recorrer por unos días. Esa idea me gusta más. Pero igual me quiero ir un poco a mi casa mía, pero igual no quiero pagar extra, pero igual me quiero ir, pero igual no quiero gastar más. Digo, mantener la casa actual como siempre y mantener la casa nueva además, no me resulta atractivo.
Yo quería irme del país no porque no pudiera desarrollarme laboralmente, sino porque buscaba libertad indondicional y desapego de las responsabilidades que cargo. Decía: si me voy es el único modo en que no tengo que responder por los demás ni cuidarlos. Pero eso es ser cobarde. Los cobardes se van. Los valientes dan la pelea. Y yo soy warrior number one. Y mi batalla está en pleno desarrollo con todas las apuestas a mi favor. Es cuestión de tiempo.
Veremos qué se da. Lo relevante es que me quedo aquí. ¿Quién necesita otros países cuando tiene Chile entero por el norte y por el sur? Con su San Pedro, su Frutillar, sus Torres del Paine, su nieve (que algún día conoceré), su costa kilométrica e infinita, sus hielos eternos (no vamos a decir su Laguna del desierto porque ya saben...). No se necesita nada más.
Vamos, que se puede.
4 comentarios:
Qué bello su post. No sé porqué me da por tratarla de usted, pero qué bello su post, doña, jajaja.
Varios amigos conozco que quieren largarse. Tienen sueños afuera. Una muy amiga mía prima se largó, más cerquita eso sí, a bs. aires, así que claro, puede pasar la navidad acá. Yo igual me largué una vez. Más cerquita todavía, de talca a santiago. Y lo que puedo decir al respecto es que claro, al principio, largarse es lo más emocionante del mundo. Ir a comprar el pan efectivamente es emocionante! Cuando yo lo compraba, por ejemplo, acá en stgo., recién llegada, y me daban tres halullas por 100, y a veces me daban una cuarta gratis, si me atendía la señora que me tenía buena. Comprar el pan en bs aires, o paris, o en una isla brasilera.. ooo.. qué bello. Como turista es la raja. No sé viviendo ahí, probablemente tb es la raja o probablemente dps se hace costumbre.
Después de seis años en Santiago, hay días en que es emocionante y días en que no. Supongo que eso pasa siempre después de largarse. Ir ahora a Talca, por ejemplo, y comprar el pan, es emocionante. Porque me encuentro con don Hugo (el dueño de un almacén que es la persona más lenta que conozco) o porque me acompaña mi sobrina, o mi hermana, o no sé, porque después de ese pan viene una once con mis papás.
En fin, me estoy alargando mucho. Sólo quería decirle qué bello su post, que cuando tenga el suficiente dinero, largarse de la casa es también muy bello, pero que bueno, tú lo dices, todo tiene su precio y ese precio quizás implique viajar menos. A no ser que de verdad tengas el suficiente dinero, cosa que quizás consigas más rápido si te quedas en tu casa jajaja. La paradoja.
Pasando a otro tema, nos tomamos el café la otra semana? =)
Dani!! qué tales?
Muchos conocidos míos también se quieren ir. Tengo uno que ya está lejos, pero por las razones correctas. Eso hace toda la diferencia al final. No me gusta la gente que se quiere ir por odio, por resentimiento con Chile. Sí me gustan los que salen a conocer, viajam, regresan, aprenden, o quién sabe, se enamoran de esos otros países y se quedan allá.
Agendemos el café, te escribo al mail. Besurro!
Yes!
Vamos que se puede!!!
Con feeeeee
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