7 de agosto de 2009

Shame on you, UDI

Todos saben que me encanta el ludismo y el weveo. Pocas veces en la vida hay cosas sobre las que se debe adoptar una postura intransigente, seria, dura y enfática sobre la que no se deben admitir segundas revisiones. Es por ello que mi actitud de hoy en esta columna no es festiva ni divertida, sino de completa perplejidad, decepción y tristeza.

En esta nota de La Nación pueden encontrar más detalles respecto del tema al que me quiero referir hoy: la pena de muerte.

La pena de muerte fue abolida en Chile hace no muchos años y el que hoy un grupo de parlamentarios proponga un proyecto para restablecerla, es una situación que merece ser condenada socialmente, no sólo porque Chile adhiere a un tratado internacional que establece que una vez abolida no hay marcha atrás, sino porque como sociedad no podemos estar revisitando constantemente los valores morales que suscribimos en cada momento. Si hace unos años se discutió intensamente y se determinó que la vida de las personas, cualquiera sea su condición, no puede ser arrebatada oficialmente por el Estado bajo ninguna circunstancia delictual; es irrisorio que una después entremos de nuevo en este debate y se deje entrever que quizás el valor de la vida humana sea relativo dependiendo de las acciones de cada individuo.

No me voy a referir al caso que lleva a los políticos a traer la pena de muerte a colación. Es irrelevante. Si no hubiera sido éste hubiera sido otro. El que un grupo de la UDI presente este proyecto no es algo impulsivo ni eventual, es premeditado y oportunista. Se vale de esta ocasión de sensibilidad social impulsada por los medios, para deslizar una idea que siempre han apoyado.

En lo personal, mi oposición a la pena de muerte es super práctica: por la imposibilidad que tiene el sistema judicial de ser 100% efectivo en sus condenas, no puede existir una pena que no sea factible de subsanar. Es decir, como es imposible que el sistema judicial no se equivoque y dado que sí existe y está documentado un porcentaje de error y de condenas de personas inocentes, el sistema no puede contemplar sanciones irreperables como sería el asesinato de un individuo.

Ésa es mi postura. Hace unos días viendo Penn and Teller, me tocó un especial sobre la pena de muerte a propósito de la pronta ejecución de un convicto en uno de los estados de aquel país que tiene esta resolución. El argumento de ellos para condenar la pena de muerte era que simple y llanamente no se puede avalar bajo ninguna circunstancia la muerte de una persona, ni el Estado ni nadie tiene ese derecho. Por ello cuando alguien comete asesinato, se somete al sistema y sus sanciones.

Dentro de los argumentos, daban a conocer las cifras de los condenados erróneamente. Hablamos de entre un 5% y 7% de personas que están en prisión y que son inocentes. Mostraban casos emblemáticos de hombres que salieron dos días antes de ser ejecutados porque se logró demostrar que no eran culpables.

Esos seres humanos pudieron haber muerto. Quién sabe cuántos no tuvieron esta suerte.

Otro argumento en contra de la pena de muerte es que la matanza de un individuo no es suficiente castigo como cumplir una condena perpetua. Desde mi punto de vista, esto es relativo, puede serlo o no serlo, depende de cómo cada persona evalúe su propia vida; por ello prefiero quedarme con las razones que mencioné.

Resumiendo:

Si como sociedad organizada en torno al Estado hemos decidido que existen una serie de acciones, entre ellas el asesinato debido a que se considera la vida como derecho esencial que no puede ser arrebatado por nadie, que no son toleradas... no se puede autorizar al Estado a que sí las cometa porque relativiza el concepto de la vida como derecho esencial que no puede ser arrebatado por nadie. Ya no es eso, pasa a ser la vida como derecho no tan esencial que el Estado puede arrebatar dadas ciertas condiciones. Qué es eso. Eso no es lógico y da pie para que así como existe ésa existan otras miles de excepciones más.

Por ello, la pena de muerte no debe ser reinstaurada en ningún caso, no importa lo "grave" que sea el delito.

Cabe aclarar acá que el sistema contempla ciertas diferenciaciones en el acto de matar a otra persona: defensa propia, crimen pasional, etc, y asigna diversos grados de dolo: con premeditación o sin, con alevosía, etc, un abogado puede dar más luces al respecto. Esto no tiene nada que ver con lo que se discute, pues se trata del acto que la ley debe ser capaz de sancionar de acuerdo a sus competencias. Lo que estamos tratando nosotros es el rol del Estado al momento de enfrentarse a sus principios: derecho incondicional a la vida.

Segundo, insisto férreamente, mientras el sistema esté compuesto por seres humanos y no por computadoras super robóticas, siempre habrá fallas en las sentencias. El porcentaje podrá ser mayor o menor, pero siempre habrá condenados inocentes; y ya sea que el sistema sea capaz de notarlo y corregirlo o no, la pena capital debe ser excluida porque la sociedad no puede hacerse cargo del asesinato de personas inocentes y sí debe poder compensar y enmendar los errores cometidos.

Para muchas personas, la idea detrás de la pena de muerte es la venganza, el ojo por ojo. A mí la venganza no me parece tan terrible, pero ciertamente debemos coincidir en que no debe ser una de las atribuciones de los poderes del Estado. Sería una vergüenza, por algo establecemos leyes y nos regimos por ellas.

Finalmente quiero agregar que la discusión nunca debe centrarse en qué haría uno como individuo en una situación así, porque obviamente la reacción animal primaria es matar a quien ha cometido ese daño. Y es porque reconocemos esos instintos básicos de agresión, que nos sometemos a un Estado regulador capaz de dar a cada situación el lugar correspondiente, creemos socialmente que las pasiones personales dados ciertos escenarios, deben posponerse y dejar que otro se encargue de una manera racional que no somos capaces de ver en ese instante.

No es tema de esta columna indagar en el real efecto de la perpetua efectiva ni del sistema carcelario, si funciona o no, eso será en otra ocasión. Lo importante es repudiar este intento fascista de reinstalar la pena de muerte en Chile, con todas las fuerzas posibles.

Esta vez la UDI sobrepasó cualquier límite de decencia en política. Sabemos que la política es un asco de marca mayor, pero en mi visión, este acto premeditado y ensayado, esperando el momento propicio de volver a instaurar la barbarie de la pena de muerte, sobrepasa cualquier circo anterior que hayamos presenciado.

Shame on you, UDI.

2 comentarios:

Tomás dijo...

Absolutamente de acuerdo contigo, Luisiña! Has captado mi total punto de vista.

Un análisis interesante es que, si bien se dice que cómo los provida (refiriéndose a la pastilla del día después y al aborto) ahora quieren pena de muerte, también podríamos decir "cómo alguien que está en contra de la pena de muerte puede estar a favor del aborto, tratándose este último de una persona inocente y el primero de un probablemente culpable".

Luisa Ballentine dijo...

Mi querido Tom, es la ambivalencia eterna de los partidos conservadores, por un lado creen firmamente en que cierta clase de gente no debería existir y merece la muerte ejecutada por el mismo Estado; mientras por otro lado se empeñan en defender la "vida" del no nacido. Y digo "vida" porque sabemos que científicamente se debate aún en qué momento podemos decir que hay efectivamente vida... y algunos afirman que recién a las 8 semanas de gestación, así es que imagínate lo complejo del asunto.

Con esta gente siempre te vas a encontrar estas contradicciones. Por un lado, pasando a otro ámbito, se muestran super preocupados de lo social, pero por otro se oponen a que el Estado se encargue de los sectores más desposeídos. Si fuera por ellos, no habría sueldo mínimo, por ejemplo.

Así esta casta de sucios.

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