No quiero escribir sobre el aniversario del terremoto. Lo pueden leer en los diarios y ver en la tele. La mayor parte de los damnificados siguen igual, si es que no peor, que como estaban unos días después de la gran catástrofe.
No quiero ver el Alto Río en el suelo, no quiero ver la película, no quiero mirar por la ventana esperando un apagón ni mucho menos hacer un análisis político-poético de lo que significa para Chile ser un país así.
El terremoto para mí es otra cosa. Es sentir, cuando de verdad crees que estás a pocos segundos de morir, que no quieres morir. Qué cosa más simple y a la vez significativa. Porque siento que pertenezco a una generación que desprecia la vida en muchos sentidos. Que la da por sentada o que se queja por su existencia de manera casi infantil y siempre patética.
Hace un año yo no me quería morir. Y después del impacto inicial y de, en efecto, no morirme; me di cuenta de que tenía que hacerme aún más cargo de esa vida que no quise perder y de cómo quería vivirla y de qué tenía importancia en el mundo.
Es por ese prisma que hoy estoy donde estoy económicamente. No quise ahorrar, me quise gastar la plata y lo peor (o mejor) de todo es que NO ME ARREPIENTO DE NADA. La plata regresará, no me cabe duda de que este año me voy de nuevo a Punta Cana, lo importante es que este proceso de aprendizaje en el que uno entiende que dado que NO QUIERES MORIR, tienes que hacer valer tu vida más de lo que antes lo hacías, está recién empezando. Y es algo maravilloso. Y lamento todo lo que tuvo que suceder a tantas personas para que esta señal me llegara a mí.
Pensé que anoche no iba a poder dormir, dado que además me había mandado una rancia siesta de 4 horas, pero no. Me dio sueño a las 2 y me fui a acostar y dormí perfecto. Y hoy desperté temprano.
Supongo que el miedo ya pasó. O supongo que si es que me queda algún miedo rezagado, un miedo más allá de las contingencias del movimiento terráqueo que se siente cada cierto tiempo por el simple hecho de estar en Chile, lo que temo es perder el impulso y la inspiración de seguir haciendo lo que quiero, lo que me gusta. De encarar de frente los desafíos de la mujer que soy y que quiero ser.
Pero voy en super buen camino. Y lo sé porque hoy día hice panqueques por primera vez.
Ahora tengo como una sobredosis de azúcar y mucha sed. :D
Alguien que quiere morir no hace panqueques. Yo tengo muchas ganas de vivir. Y de hacer lo que quiera en esta vida. Bueno, como siempre, pero cada vez con mejores resultados.
Salud por todos los que aprendimos algo el 27 de febrero del 2010. Mi solidaridad a los que aún esperan ayuda y más todavía a los que perdieron a alguien querido. Es una tragedia y, como en toda tragedia, hay algo a lo que aferrarse siempre. Los quiero.
No quiero ver el Alto Río en el suelo, no quiero ver la película, no quiero mirar por la ventana esperando un apagón ni mucho menos hacer un análisis político-poético de lo que significa para Chile ser un país así.
El terremoto para mí es otra cosa. Es sentir, cuando de verdad crees que estás a pocos segundos de morir, que no quieres morir. Qué cosa más simple y a la vez significativa. Porque siento que pertenezco a una generación que desprecia la vida en muchos sentidos. Que la da por sentada o que se queja por su existencia de manera casi infantil y siempre patética.
Hace un año yo no me quería morir. Y después del impacto inicial y de, en efecto, no morirme; me di cuenta de que tenía que hacerme aún más cargo de esa vida que no quise perder y de cómo quería vivirla y de qué tenía importancia en el mundo.
Es por ese prisma que hoy estoy donde estoy económicamente. No quise ahorrar, me quise gastar la plata y lo peor (o mejor) de todo es que NO ME ARREPIENTO DE NADA. La plata regresará, no me cabe duda de que este año me voy de nuevo a Punta Cana, lo importante es que este proceso de aprendizaje en el que uno entiende que dado que NO QUIERES MORIR, tienes que hacer valer tu vida más de lo que antes lo hacías, está recién empezando. Y es algo maravilloso. Y lamento todo lo que tuvo que suceder a tantas personas para que esta señal me llegara a mí.
Pensé que anoche no iba a poder dormir, dado que además me había mandado una rancia siesta de 4 horas, pero no. Me dio sueño a las 2 y me fui a acostar y dormí perfecto. Y hoy desperté temprano.
Supongo que el miedo ya pasó. O supongo que si es que me queda algún miedo rezagado, un miedo más allá de las contingencias del movimiento terráqueo que se siente cada cierto tiempo por el simple hecho de estar en Chile, lo que temo es perder el impulso y la inspiración de seguir haciendo lo que quiero, lo que me gusta. De encarar de frente los desafíos de la mujer que soy y que quiero ser.
Pero voy en super buen camino. Y lo sé porque hoy día hice panqueques por primera vez.
Ahora tengo como una sobredosis de azúcar y mucha sed. :D
Alguien que quiere morir no hace panqueques. Yo tengo muchas ganas de vivir. Y de hacer lo que quiera en esta vida. Bueno, como siempre, pero cada vez con mejores resultados.
Salud por todos los que aprendimos algo el 27 de febrero del 2010. Mi solidaridad a los que aún esperan ayuda y más todavía a los que perdieron a alguien querido. Es una tragedia y, como en toda tragedia, hay algo a lo que aferrarse siempre. Los quiero.
2 comentarios:
Cicuta, estoy TAN pero TAAAAAAAAAAAAN de acuerdo contigo. Yo creo que aprendí una lección similar, eso si, no me voy a Punta Cana, pero si hago panqueques.
Y cuando menos lo esperes PLAF, azúcar en sangre.
Es que los panqueques son lo máximoooo, lástima que duran tan poquito
Publicar un comentario