29 de enero de 2006

Teorías I. Hoy: de cachupines y homo sapiens

Estamos en vacaciones, y si hay algo que sobra es tiempo. Tiempo para aburrirse, pensar tonteras, hacer ídem y cranear teorías... ajá, terminar de darle forma a esas ideas que no tienen ningún sentido, pero que mi cerebro se empeña en querer demostrar como verdaderas.

I.- Teoría doble relacionada con los perros y los humanos: a) los perros huelen todos los estados de ánimo porque b) los humanos secretamos sustancias dependiendo de cómo nos sentimos

Esta teoría se deriva de aquella creencia, demostrada como real por el profesor Rossa en sus numerosos programas, acerca de que los perros huelen el miedo. No podemos ponerlo en duda (bueno, estrictamente sí podemos, pero no lo haremos), es más, diremos que los perros no sólo huelen el miedo, sino también la alegría y la tristeza (u otros sentimientos, aunque éstos dos son los estudiados por esta académica que aquí suscribe).

¡Claro! porque ¿por qué los perros habrían de oler únicamente el miedo?, acaso cuando uno está contento ¿el perro no reacciona de un modo en que celebra junto a uno esa felicidad?, y cuando la tristezawoman se descarga sobre uno ¿no es el perro el que se sienta a nuestro lado con la cabeza cabizbaja y los ojitos en lontananza?

Porque el perro huele cómo nos sentimos; así de simple. Y eso nos lleva a la segunda patita de esta revolucionaria teoría: el ser humano secreta sustancias aromáticas según su estado de ánimo (obvio, si no qué diablos es lo que huele el perro). Yo me imagino que debe ser más o menos así: cuando uno está contento, brotan aromas frutales... desfilan las piñas, las manzanas, las frutillas. Obviamente todo esto es imperceptible para el humano. Cuando tristezawoman se allega, por el contrario, aparece ese olor a funeral, a flores de pérgola, a quitapena; que hace que nuestro cachupín mute su espíritu y se sienta desvalido como su dueño. Y el miedo, ese cochino miedo, tiene olor a poto. Ustedes creerán que esto es contradictorio, porque si tiene olor a poto, el perro debería amarlo. Pues bien, es así. El perro siente este olor a poto y al tratar de acercarse surge el rechazo natural de quien les teme. Y como la vida es injusta, precisamente aquel con el aroma más exquisito y dionisíaco que pueda haber para un can (aka: poto), no está dispuesto a ser su amigo y dejarse oler. Ergo: el cachupín se frustra, se molesta mucho y adquiere su posición de ataque, un poco diciendo: "rrrg si no puedo llegar al poto que origina ese aroma a poto rrrggg, nadie más lo logrará rrrrg".

Es así, gente. No es que los perros quieran atacar porque sí a los miedosos. Es porque el miedo hace secretar ese olor a poto que los vuelve locos y los destruye al no poder acceder a su fuente de origen.

Bueno, de este modo he concluido mi primera ponencia sobre teorías by myself. Cualquier reproducción, ruego se haga citando el presente paper. Para búsquedas posteriores y otros trabajos míos de mí, consultar la "güevofsaiens".

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