15 de marzo de 2009

De por qué no hay más poesía en mí

Yo dejé la poesía o la poesía me dejó a mí, whatever; lo relevante es que desde hace un buen tiempo ya no escribo.

¿Es eso bueno o malo? Es bueno.

Todos escriben por distintas razones e inconscientemente la mía no era buena. Es decir, era una razón válida y lo sigue siendo, pero internamente daba cuenta de cosas que no eran buenas.

Escribía por carencia, por dolor o pérdida, no por una búsqueda artística. Así empecé y así seguí. Tuve tiempos de escritura autómata muy interesantes con buenos productos y entretenidos resultados; pero lo cierto era que había una oscuridad funcionando como impulso y motor.

Incluso en mis mejores años de vida y de poesía, siempre hubo un motivo oscuro. Incluso aunque no se reflejara en los textos que podían hablar de cualquier cosa estúpida, lo cierto es que escribía para mostrarme a mí misma la carencia. Carencia de mí, de ti, de varios, de todos, de cosas, del auto, de lo que fuera. Carencia de perspectiva para encontrar el lugar de la insatisfacción y darle otro uso.

Luego de mi período en la pequeña cueva que el dios chuck norris designa para los absolutamente tristes y desesperanzados (cuando también escribía), vino repentinamente la felicidad constante y permanente. "Mi antigua felicidad", la que me caracterizaba. Lo cierto es que ésta de ahora sí era la felicidad porque tenía un espectro más amplio de la vida dentro de mi historia, no como antes, que conocía mucho pero no me conocía a mí.

Cuando salí de la cueva que el dios chuck norris designa para los absolutamente tristes y desamparados y me dije "seguramente volveré a esta cueva a lo largo de mi vida" lo importante era recordar que se salía. Y eso sigue siendo importante. Y ese tránsito entre tantas cosas diferentes asociado a la fortaleza de los que sobreviven en el día a día a la cotidiaenidad me hicieron verdaderamente feliz. Y fuerte.

Y ya no necesité escribir.

Quise, lo quise mucho, lo intenté. Hasta hice un BELLO BELLO BELLO poema. Pero fue una despedida. Di mil vueltas mentales para regresar a ese tipo de creación tan particular. Empecé a hacer un taller pensando que al estar rodeada de gente que escribía me iban a dar ganas. Me leí de nuevo a mis favoritos, a los que descubrí a los 13 años. No pasó nada. Y es que ya no necesitaba escribir porque había puesto en orden todos mis espacios interiores y empezado a llenarlos con lo que cada uno necesitaba.

Y no creo que vuelva a escribir, pero es una puerta abierta. Porque yo no la cerré, se me vino encima por el peso de las circunstancias.

No quiero escribir, no tengo ganas y espero no tenerlas. A menos que sea por razones estéticas, no me interesa volver a llenarme de fantasías en el papel.

Por ahora me basta con leer a los que aún conservan su don y tan bien lo honran en sus obras. Yo nunca fui de ésos en realidad, pero me gusta lo que representan. Y supongo que eso sí vivirá para siempre.

3 comentarios:

Jáuregui dijo...

Afortunadamente todavía tengo a María Vagina bien guardadita.

Ojalá nunca más necesite escribir.

Luisa Ballentine dijo...

Ni me acuerdo de ese poema fijesé. Los he olvidado casi todos. Pero bueno, piores cosas se han visto adentro de mi escasa memoria.

Luisa Ballentine dijo...

Es un blog chileno igual que su autora, gracias de todos modos.

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