Es extraño reflexionar sobre el amor.
La gente dice cosas como que es mejor sufrir para siempre por amor que nunca haber amado. Y es malditamente cierto, como todos los refranes, excepto ése de al que madruga dios le ayuda. CUEK.
La vida antes de amar era preciosa. Los pajaritos cantaban por las mañanas trayendo su son alegre, el mayor drama del universo era una mala nota en el colegio y la existencia transcurría entre canciones de los Backstreet Boys y los amigos del Ismael en las fiestas de su cumpleaños... de los cuales una decía "estar enamorada". Ésos sí que eran buenos tiempos.
La vida después del amor y, más aún, durante el desamor, es una verdadera bazofia, como diría Homero. Todo es bazofia, estudiar es bazofia, trabajar es bazofia, juntarse con los amigos es bazofia, escribir poesía es bazofia. La bazofia es bazofia.
La cuestión acá es que la vida antes de amar es sólo una vez. Después de amar no hay marcha atrás. La vida puede ser gloriosa y magnífica, pero algo ya está roto y es irreparable. La inocencia, lo espontáneo del amor juvenil, lo que sea, da igual. Pero algo nos cambia para siempre porque algo se nos rompe inevitablemente. Y luego uno vuelve a amar una y mil veces, pero nunca como la primera.
Lo que me interesa en esta noche en que debería estar durmiendo porque he trabajado como un verdadero burro de carga, es lo de al medio, es decir después de la vida hermosa y antes de sufrir, o sea EL ESTAR AMANDO. Ésa es una cuestión demasiado brígida que no admite planificación ni control de los factores ni estrategia de comercialización.
Me interesa ese aspecto porque en realidad, después de renegar mucho tiempo y de sostener firmemente y con convicción verdadera que más vale nunca haber amado que haber sufrido tanto; en realidad debo reconocer que estaba mintiendo, pero inconscientemente, no me culpen.
No importa cuán rotos puedan estar los chalecos de mi clóset (remitirse a la teoría de los chalecos que alguna vez inventé tan sabiamente), al menos hay o hubo chalecos para que alguien destrozara. De qué sirven los chalecos así enteros. Lo sé, es una metáfora compleja.
Cuando uno ha tenido un gran amor, de ésos GRANDES amores que en la vida hay varios, por suerte, pero tampoco es que andan abundando por el universo del amor, no, cuesta encontrarlos, pero están; continúo, cuando alguien ha tenido un gran amor no puede evitar la marca del amante. No puede evitar la vara alta que deja quien ha sido digno de tanto amor por parte de uno y viceversa.
Son cosas que se quedan para siempre. Cuándo uno deja ir a un gran amor, se preguntarán ustedes y me lo pregunté yo tanto tiempo, y la verdad es que, lamentablemente, no hay recetas, pero quizás un símbolo encontrado por mí pueda orientar a alguien que ande en la misma búsqueda.
Los grandes amores nos dejan la vara alta y nos penan por demasiado tiempo, nos quedamos con ese recuerdo y lo usamos para medir el presente y el futuro. Y qué injusto es para ese chico que podemos estar recién conociendo o quizás recién mirando con otros ojos, ser medido con esa vara de lo que fue un gran amor. Qué injusticia más grande para él tener que llenar en una salida al teatro o al cine o whatever, los zapatos de alguien que estuvo antes durante mucho tiempo, de alguien con quien se creó un código, un lenguaje, de alguien que al principio era igual de torpe y que con el tiempo aprendió a amoldarse a la forma de uno y viceversa, de alguien que al principio era igual o más feo y con el tiempo se convirtió en un modelo de Calvin (soy un poco superficial a veces).
Pobres hombres los que salen con nosotras... las que tenemos grandes amores sobre la espalda que aún penan.
Lo bueno de los grandes amores que aún nos penan es que un día nos dejan de penar. Cuándo, cuándo, se preguntarán ustedes, bueno, eso depende de cada uno.
Siento que hay señales inequívocas y personales. En mi caso fue ir en la micro hace una semana más o menos, recordando un momento de aquéllos que está guardado en la carpeta de grandes amores... y reír, porque había sido un momento gracioso. Y entonces lo pensé: era la primera vez que me reía recordando algo. Era la primera vez en que los recuerdos adoptaban su posición exacta y su carga justa. Ni buena, ni mala, lo que fue. Y entonces me sentí contenta.
Pero lo más significativo sucede cuando te das cuenta de que ya no te interesa revivir ni ese momento ni a esa persona. Están bien en donde están. No somos los mismos. Qué cosa más weona podrán pensar, pero es muy lógico. Qué otra cosa justifica el que nos quedemos tan pegados, sino el hecho de creer que tiempo después sería posible volver a lo mismo y retomarlo tal cual, en esa fotografía mental en que te estás riendo en alguna plaza y comiendo algún helado (eso de seguro).
Son fantasías. Dejamos de ser los mismos en el momento en que uno de los dos le da la espalda a la relación. Y no hay nada que hacer. Lo importante es que en el momento actual, que puede ser distinto al momento pasado, es uno (uno) quien elige no estar más en esa plaza tomando helado o en esa playa escurriendo la arena entre los dedos. Ya fue. Y ya no se añora, pero de verdad, no de a mentiritas.
Se añora la compañía de alguien quizás, tener ese compañero, esa proximidad humana con otra persona que es capaz de volvernos locos, esa química que hace que no te quites las manos de encima; pero se añora como se añora al amor mismo, al hecho de amar, de estar enamorado, de sentir lo que se siente, de querer lo que se quiere.
Y se añora hacia adelante, hacia el futuro, hacia un mañana, no hacia un antes de ayer. Ahí está la diferencia. Y poco a poco se añora el conocer a alguien desde cero, saber cómo funciona su mente, qué desea, qué le gusta... no hay zapatos que llenar, es empezar de nuevo, desde cero, sabiendo que puede terminar tan mal como todas las otras veces, pero que tarde o temprano de aquello mismo uno se reirá en una micro unos cuantos años después.
Tan bien lo dijo Fito Páez en una de las mejores canciones de amor del mundo: el amor después del amor, tal vez, se parezca a este rayo de sol.
Porque encontrar a esa persona nueva y tomar los ladrillos para construir los cimientos desde el subterráneo es eso: un maldito rayo de sol. Que encandila.
La gente dice cosas como que es mejor sufrir para siempre por amor que nunca haber amado. Y es malditamente cierto, como todos los refranes, excepto ése de al que madruga dios le ayuda. CUEK.
La vida antes de amar era preciosa. Los pajaritos cantaban por las mañanas trayendo su son alegre, el mayor drama del universo era una mala nota en el colegio y la existencia transcurría entre canciones de los Backstreet Boys y los amigos del Ismael en las fiestas de su cumpleaños... de los cuales una decía "estar enamorada". Ésos sí que eran buenos tiempos.
La vida después del amor y, más aún, durante el desamor, es una verdadera bazofia, como diría Homero. Todo es bazofia, estudiar es bazofia, trabajar es bazofia, juntarse con los amigos es bazofia, escribir poesía es bazofia. La bazofia es bazofia.
La cuestión acá es que la vida antes de amar es sólo una vez. Después de amar no hay marcha atrás. La vida puede ser gloriosa y magnífica, pero algo ya está roto y es irreparable. La inocencia, lo espontáneo del amor juvenil, lo que sea, da igual. Pero algo nos cambia para siempre porque algo se nos rompe inevitablemente. Y luego uno vuelve a amar una y mil veces, pero nunca como la primera.
Lo que me interesa en esta noche en que debería estar durmiendo porque he trabajado como un verdadero burro de carga, es lo de al medio, es decir después de la vida hermosa y antes de sufrir, o sea EL ESTAR AMANDO. Ésa es una cuestión demasiado brígida que no admite planificación ni control de los factores ni estrategia de comercialización.
Me interesa ese aspecto porque en realidad, después de renegar mucho tiempo y de sostener firmemente y con convicción verdadera que más vale nunca haber amado que haber sufrido tanto; en realidad debo reconocer que estaba mintiendo, pero inconscientemente, no me culpen.
No importa cuán rotos puedan estar los chalecos de mi clóset (remitirse a la teoría de los chalecos que alguna vez inventé tan sabiamente), al menos hay o hubo chalecos para que alguien destrozara. De qué sirven los chalecos así enteros. Lo sé, es una metáfora compleja.
Cuando uno ha tenido un gran amor, de ésos GRANDES amores que en la vida hay varios, por suerte, pero tampoco es que andan abundando por el universo del amor, no, cuesta encontrarlos, pero están; continúo, cuando alguien ha tenido un gran amor no puede evitar la marca del amante. No puede evitar la vara alta que deja quien ha sido digno de tanto amor por parte de uno y viceversa.
Son cosas que se quedan para siempre. Cuándo uno deja ir a un gran amor, se preguntarán ustedes y me lo pregunté yo tanto tiempo, y la verdad es que, lamentablemente, no hay recetas, pero quizás un símbolo encontrado por mí pueda orientar a alguien que ande en la misma búsqueda.
Los grandes amores nos dejan la vara alta y nos penan por demasiado tiempo, nos quedamos con ese recuerdo y lo usamos para medir el presente y el futuro. Y qué injusto es para ese chico que podemos estar recién conociendo o quizás recién mirando con otros ojos, ser medido con esa vara de lo que fue un gran amor. Qué injusticia más grande para él tener que llenar en una salida al teatro o al cine o whatever, los zapatos de alguien que estuvo antes durante mucho tiempo, de alguien con quien se creó un código, un lenguaje, de alguien que al principio era igual de torpe y que con el tiempo aprendió a amoldarse a la forma de uno y viceversa, de alguien que al principio era igual o más feo y con el tiempo se convirtió en un modelo de Calvin (soy un poco superficial a veces).
Pobres hombres los que salen con nosotras... las que tenemos grandes amores sobre la espalda que aún penan.
Lo bueno de los grandes amores que aún nos penan es que un día nos dejan de penar. Cuándo, cuándo, se preguntarán ustedes, bueno, eso depende de cada uno.
Siento que hay señales inequívocas y personales. En mi caso fue ir en la micro hace una semana más o menos, recordando un momento de aquéllos que está guardado en la carpeta de grandes amores... y reír, porque había sido un momento gracioso. Y entonces lo pensé: era la primera vez que me reía recordando algo. Era la primera vez en que los recuerdos adoptaban su posición exacta y su carga justa. Ni buena, ni mala, lo que fue. Y entonces me sentí contenta.
Pero lo más significativo sucede cuando te das cuenta de que ya no te interesa revivir ni ese momento ni a esa persona. Están bien en donde están. No somos los mismos. Qué cosa más weona podrán pensar, pero es muy lógico. Qué otra cosa justifica el que nos quedemos tan pegados, sino el hecho de creer que tiempo después sería posible volver a lo mismo y retomarlo tal cual, en esa fotografía mental en que te estás riendo en alguna plaza y comiendo algún helado (eso de seguro).
Son fantasías. Dejamos de ser los mismos en el momento en que uno de los dos le da la espalda a la relación. Y no hay nada que hacer. Lo importante es que en el momento actual, que puede ser distinto al momento pasado, es uno (uno) quien elige no estar más en esa plaza tomando helado o en esa playa escurriendo la arena entre los dedos. Ya fue. Y ya no se añora, pero de verdad, no de a mentiritas.
Se añora la compañía de alguien quizás, tener ese compañero, esa proximidad humana con otra persona que es capaz de volvernos locos, esa química que hace que no te quites las manos de encima; pero se añora como se añora al amor mismo, al hecho de amar, de estar enamorado, de sentir lo que se siente, de querer lo que se quiere.
Y se añora hacia adelante, hacia el futuro, hacia un mañana, no hacia un antes de ayer. Ahí está la diferencia. Y poco a poco se añora el conocer a alguien desde cero, saber cómo funciona su mente, qué desea, qué le gusta... no hay zapatos que llenar, es empezar de nuevo, desde cero, sabiendo que puede terminar tan mal como todas las otras veces, pero que tarde o temprano de aquello mismo uno se reirá en una micro unos cuantos años después.
Tan bien lo dijo Fito Páez en una de las mejores canciones de amor del mundo: el amor después del amor, tal vez, se parezca a este rayo de sol.
Porque encontrar a esa persona nueva y tomar los ladrillos para construir los cimientos desde el subterráneo es eso: un maldito rayo de sol. Que encandila.
8 comentarios:
estoy sumamente conmovida. no sé si es el alcohol a las casi cinco de la mañana o qué.
hablás de inocencia del primer gran amor. hace poco le decía lo mismo a mi primer amor: ya no volveremos a amar así. y no significa que no volveremos a amar, no no. sólo que ya no con tanta pureza, con esa entrega inmediata. y eso, amiga, claro que genera nostalgia.
por otro lado, qué difícil, sí, intentar querer a alguien que ya carga en sus espaldas con un gran amor. los compadezco.
ah, hay un texto de anais nin, un fragmento de una novela (Henry and June) que habla de esto.
"(...) Anoche lloré. Lloré porque el proceso a través del cual me he hecho mujer ha sido doloroso. Lloré porque he dejado de ser una niña con una fe ciega de niña. Lloré porque he abierto los ojos a la realidad, al egoísmo de Henry, al ansia de poder de June, a mi insaciable creatividad, que ha de mezclarse con otros y no se basta a sí misma. Lloré porque ya no puedo creer y me encanta creer. Todavía soy capaz de amar apasionadamente, pero sin creer. Eso quiere decir que amo humanamente. Lloré porque de ahora en adelante lloraré menos. Lloré porque ha desaparecido el dolor y todavía no estoy acostumbrada a su ausencia(...)".
ay, Luisita querida!
Es así no más, Noe. Lo que me preocupaba hace unos años era si ese primer gran amor se había merecido serlo... y la verdad es que sí, se lo mereció, se lo ganó y bueno... mientras duró fue el paraíso en la tierra. Con eso me doy por pagada.
Y ahora... NEXT, me sigo sintiendo de 19 años y eso no tiene precio, es bonitoooooo
Ay Lu! Divino como siempre...le das medio a medio.
PS Hace días que le doy vueltas: invierta en una ollita a presión. El pollo no le quedará a medio camino a pesar de la premura...
mmmmm, prefiero comprar el pollo hecho, jajajajajaja.
Cómo hiciste para escribir tantas verdades juntas, Luisa???!!!
Y te leí tanto, que me dejaste s in comentarios je!
Así que te lo debo para la próxima!
Besote!
Gracias, Nina! Me doy por pagada con saber que no soy la única que piensa en estas verdades. Besurro!
Uuufff que te puedo decir, me hiciste recordar, que ya no soy esa, que vivia recordando aquel helado en la plaza, una y otra vez ( bueno en mi caso una chela ), pero es rico darse cuenta, que ahora ya lo supere, y que ese primer amor mio que casi me mata, ya se dejo en el rincon mas lejano de mis recuerdo, que ya no lo son mas...
ALELUUUYA JAJAJA...
me encanto
un besote enorme pa ti
y esperando esa caipiriña...
Pa que veas como uno EVOLUCIONAAAAA (por suerte, jajajajaja).
Pronto esa caipirinha, no desesperes. En ese lugar pituco que me protetiste, ya? JAJAJAJA. Besooo
Publicar un comentario