6 de septiembre de 2010

Gracias a la vida

Mi amigo Marck, a quien quiero mucho a pesar de que a veces lo trato un poco mal porque es muy catete, me dice que hace rato no es feliz a pito de su empresa yéndose de guatapique por el estero de las empresas que se van de guatapique cuando pasan algunas cosas malas como las que le han pasado.

Me da pena porque la empresa es buena y él es más bueno que el niñito jesusito; y al mismo tiempo me hace reflexionar sobre mi vida misma.

Y la verdad es que estoy contenta de poder decir que a pesar de las cosas malas que han pasado y pasan (y que son caleta), nunca he dejado de ser feliz y siempre he hecho lo que he querido. Ok, a veces no he hecho lo que he querido, como cuando quise comprarme un auto y mi mamá me dijo que no y entonces me compré un departamento mejor, hahahaha.

A los 9 años más o menos, con mi amiga Lorena se nos ocurrió la mejor idea del mundo: vender libros para niños. Yo escribía las historias y ella las dibujaba. Eran libros COPIAS DESCARADAS de los cuentos que conocíamos, pero no lo hacíamos con mala intención, sino que eran nuestros referentes. Artesanalmente producidos en hojas blancas y pintados con lápices de palo eran LO MÁS ORDINARIO DEL UNIVERSO.

Hasta ahí no pasaba de ser una idea más de la infancia. La cosa se pone buena cuando la Lorena y yo tomamos la guía de teléfono y nos pusimos a llamar a todas las editoriales que encontramos para ofrecer nuestros super libros. Como en esa época el teléfono de casa no era llegar y usar, la plata que me daba mi abuela para comprar cosas, la usamos en esos llamados.

Y en una sola tarde vimos morir nuestro emprendimiento porque nadie nos dio bola.

Pero hicimos lo quisimos.

Años después tuve una editorial que generó super pocos recursos porque en realidad yo no sabía nada de editoriales. Pero no importa, porque hice lo que quise en ese momento. Y después ya no quise hacerlo más y todo bien.

Siento que en la vida las personas se la pasan pidiendo permiso para todo. Como buscando ese derecho que les permita poder hacer algo que quieren. Llámese estudios, título, conocimiento de algo. No sé. Para mí es un poco al revés, amar, hacer y del hacer generar algo para que crezca y en el camino tomar lo que haga falta.

Obviamente no todo será exitoso. Por ejemplo, mis dos intentos en el mundo editorial no fueron lo mejor, pero lo que me divertí haciéndolos no tiene nombre.

Lo que me divertí hoy en la reunión de mi nuevo proyecto tampoco tiene nombre. Mi socio me pregunta "pero se venderá?". Y... hay que ver, hay que trabajar, hay que esforzarse, pero el gusto de hacer algo sin pedirle permiso a nadie es lo más de lo más. Y algo que nos gusta mucho, mejor aún.

Y me siento agradecida porque uno no es así casualmente, es así por algo. Y en mi caso se debe a que en mi casa si bien nunca recibí todas las cosas materiales que hubiera querido, hubo algo aún más importante que nunca me dieron: un no.

En mi casa nunca me dijeron que no podía hacer algo, que no era capaz, que mejor lo pensara dos veces, que no iba a resultar. Por eso me creo la super super duper. Es más, a veces yo me sacaba un 2 y mi mamá me decía "noooo, me está mintiendoooo", jajajajajaja. Eso era en la universidad sí, en el colegio no me sacaba 2.

Y supongo que así es como después las cosas resultan de verdad, porque uno termina creyéndose ese cuento superpoderoso.

Y por eso mismo, aunque no quería, aprenderé a manejar este año y el próximo le arrendaré el auto a mi papá (o si no me lo quiere arrendar, porque me puso cara fea cuando le dije el domingo, hahaha, arrendaré cualquiera) y me iré a recorrer Chile entero de sur a norte.

Pero no sin antes teñirme el pelo morado, como es mi destino. Porque así lo he querido y porque así soy feliz.

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