11 de octubre de 2010

Abuela, te mando esta carta

Abuela, ya no hago más esas cosas. Pero sí escucho los consejos de la gente al respecto. Me pregunto qué me habrías dicho tú y qué historias formidables hubieran surgido de esa conversación contigo en tus zapatos de taco. No me gusta nadie ahora porque encuentro que todos son wevones. Mientras más ricos, más wevones. Y los feos son inseguros, ya sabes cómo es... yo no estoy pa estos trotes ya.

Abuela, acá las cosas no están bien. Me gustaría decirte que sí, pero en realidad no. Yo soy la única que hace su parte. Y mientras más lo digo es más real. Maldito TS.

Me acuerdo siempre de ti y me gustaría que un día de éstos, mientras estoy mirando por la ventana, aparezca la silueta de un taxi a lo lejos que te trae para vernos. Me gustaría que un día de febrero me sostengas la torta mientras apago las velas. Me gustaría que un día vinieras a mi departamento con una torta de lúcuma y nos sentáramos a ver una película de terror de esas buenas que a nosotras nos gustan, una de vampiros, y luego te quedaras acá porque me dan mucho miedo las películas de terror. Me gustaría que ese día fuera verano y al otro día nos levantáramos tarde, comiéramos arroz con carne y subiéramos a la piscina.

Abuela, sabes que no tengo a nadie que me junte los dulces violetas y los verdes, así es que ya no los como. Sabes que me hacen levantar temprano porque debo trabajar ahora y no puedo dormir hasta tarde como lo hacíamos cuando era chica. Por suerte ya no tengo que ir al colegio, menos mal.

Tengo una gata. No es como la tuya, pero es mía. Tengo hartas cosas también. Tengo títulos, propiedades y cuentas bancarias. Si me da miedo en la noche llamo a mi hermana y se viene a quedar conmigo, pero igual no es lo mismo.

Este año, abuela, pensé que me iba a morir en el terremoto. No me quería morir, la verdad. No me gustó pensar que me iba a morir. Pero quizás me hubiera encontrado contigo en el túnel y me hubiera sentido la raja. Aún no es mi momento, ya sabes que a los 40 cuando muera en un accidente de tránsito podremos irnos de carrete a nuestro estilo: algo sedentario y con azúcar.

Me acuerdo siempre de ti, pero me acuerdo borroso porque tengo mala memoria. Me acuerdo de algunas situaciones. Me acuerdo que veíamos Riacho Doce, la mejor teleserie del mundo. Me acuerdo que íbamos a la playa y jugábamos cartas.

Soy una mala atea porque siempre invoco mi pensamiento al más allá y pienso "abuela, comunícate conmigo donde sea que estés, necesito que me digas qué cresta es lo que tengo que hacer y necesito que me lo digas YA" y nunca me lo dices. CUEK. Además que cuando fue lo del terremoto que te conté, recé un padrenuestro mientras bajaba la escalera. Dime si eso no es ser la peor atea del mundo. Lo sé.

Pero en fin. Quería contarte estas cosas para que sepas que siempre me acuerdo de ti y que mi compromiso con tu legado trasciende las condiciones del momento. Aunque nadie más haga su parte, porque en verdad nadie la hace, llegará el día en que haré la parte de todos. Sólo que será cuando no esté tan cansada. Quizás mañana, quizás mañana.

Bueno, abuela, dale saludos a todos los que están por allá, diles que a algunos los recuerdo un poco, pero que a nadie quiero más que a ti. Y de paso, si puedes, dile al diosito aquél que me mande lo que ya sabe. Porque como ya no hago esas cosas que hacía, necesito ayuda divina. Él entiende a lo que me refiero. Tú también.

Un beso, Malucita.

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