No es nada nuevo: la industria de la moda ha comenzado a tomar un rol relevante en la problemática que relaciona a las modelos con los trastornos alimenticios.
Esta semana fue España, que ya había dado señales anteriormente, en donde se decidió excluir de los desfiles a las chicas que estaban con pesos excesivamente bajos. Si bien el promedio sigue siendo delgado al compararse con una habitante media del mundo, es un avance.
Francia hizo lo mismo, y creo que Italia y Brasil también. Londres mostró la hilacha al negarse a establecer una política para la Londres Fashion Week... pero bueno, qué se puede esperar del país que no quiso adoptar el Euro: son los contracorrentistas por excelencia.
Detrás de todo esto hay algo sumamente importante: la anorexia, la bulimia, los desórdenes alimenticios en general y los problemas sicológicos asociados a la imagen personal, no son caprichos ni asuntos individuales: son de interés social, una responsabilidad social, una misión que debemos asumir como conjunto para poder restablecer el equilibrio.
Son pocas las veces en que nos damos cuenta de que los medios y la imagen gobiernan nuestra vida. El que nos cueste andar en traje de baño es un síntoma de cómo los estereotipos han calado hondo en nosotros.
El que nos metamos a gimnasios por dos meses antes del verano, el que hagamos dietas ridículas, el que sintamos vergüenza del cuerpo que tenemos; son manifestaciones de que creemos que nuestro aspecto físico no está bien.
Podemos pensar que estamos gordos porque no nos entra el viejo pantalón de lana, o porque pesamos unos kilos más que antes. Es mi caso. Pero recuerdo perfectamente que cuando ese pantalón me entraba, yo me sentía gorda igual.
Recuerdo mi cuerpo reflejado en un espejo y mi cara de espanto "yo no puedo ser ésa".
Afortunadamente no hago dietas ni ejercicio (no es que crea que no se debe hacer ejericio sano, pero bueno, uno es como es) y no estoy ni ahí con ser gorda, aunque muchas veces me sienta mal.
Porque la pregunta es simple ¿gordo respecto de qué?
Convengamos que hay gente objetivamente pasada de peso. Pero el resto podríamos decir sin entrar en detalles, que somos "normales". Pasa que nuestra normalidad supera en 10 o 20 kilos la normalidad de Hotu Iti, la normalidad de la Cecilia Bolocco y la normalidad de Tonka.
Y con esos parámetros no se puede.
El problema más grande es que nosotros compramos esas imágenes. No sólo se trata de los medios queriendo vendernos su idea de belleza, sino de nosotros aceptándola en menosprecio personal.
Quiero ver gordos en la tele. Quiero ver gente fea en la tele. Quiero ver gente como yo leyendo las noticias, leyendo el tiempo, anunciando jeans.
Quiero que a los jeans de mi talla no les sobren tres metros de tela, porque están pensados para una mujer alta.
No. Una mujer baja también puede pesar 65 kilos.
Por eso los detalles son importantes: no decirle a los otros que están gordos (a menos que sea grave, por supuesto), no atesorar ídolos irreales.
Después vienen los pasos más importantes: dar la lucha. Creer en uno. Si tengo vergüenza de mi cuerpo, no me importa, me pongo un bikini igual y salgo como si nada, aunque por dentro esté pensando (AAAAAH, QUÉ ESTOY HACIENDO); porque estos gestos calan en otros y mutuamente nos potenciamos.
Otra cosa que ha jugado en contra de nuestros niños y jóvenes, es la cirugía.
Convengamos que es maravillosa para los casos extremos y que sin duda es un avance en la recuperación de la obesidad mórbida; pero no podemos desconocer que ahora es la panacea.
En las mismas clínicas cuando quieres hacer un tratamiento sicológico y físico para bajar de peso, te dicen que puedes operarte en último caso. Y ESO QUE NO TIENES OBESIDAD MÓRBIDA.
Yo me opongo. Mientras el ejercicio y los hábitos puedan, hay que darle.
La lección de todo esto: personalidad fuerte y conciencia de masa: somo más. No puede ser que un 0.0006% de rubias teñidas sin cerebro, puedan aplastarnos a todos nosotros y convencernos de que somos feos y gordos.
Esta semana fue España, que ya había dado señales anteriormente, en donde se decidió excluir de los desfiles a las chicas que estaban con pesos excesivamente bajos. Si bien el promedio sigue siendo delgado al compararse con una habitante media del mundo, es un avance.
Francia hizo lo mismo, y creo que Italia y Brasil también. Londres mostró la hilacha al negarse a establecer una política para la Londres Fashion Week... pero bueno, qué se puede esperar del país que no quiso adoptar el Euro: son los contracorrentistas por excelencia.
Detrás de todo esto hay algo sumamente importante: la anorexia, la bulimia, los desórdenes alimenticios en general y los problemas sicológicos asociados a la imagen personal, no son caprichos ni asuntos individuales: son de interés social, una responsabilidad social, una misión que debemos asumir como conjunto para poder restablecer el equilibrio.
Son pocas las veces en que nos damos cuenta de que los medios y la imagen gobiernan nuestra vida. El que nos cueste andar en traje de baño es un síntoma de cómo los estereotipos han calado hondo en nosotros.
El que nos metamos a gimnasios por dos meses antes del verano, el que hagamos dietas ridículas, el que sintamos vergüenza del cuerpo que tenemos; son manifestaciones de que creemos que nuestro aspecto físico no está bien.
Podemos pensar que estamos gordos porque no nos entra el viejo pantalón de lana, o porque pesamos unos kilos más que antes. Es mi caso. Pero recuerdo perfectamente que cuando ese pantalón me entraba, yo me sentía gorda igual.
Recuerdo mi cuerpo reflejado en un espejo y mi cara de espanto "yo no puedo ser ésa".
Afortunadamente no hago dietas ni ejercicio (no es que crea que no se debe hacer ejericio sano, pero bueno, uno es como es) y no estoy ni ahí con ser gorda, aunque muchas veces me sienta mal.
Porque la pregunta es simple ¿gordo respecto de qué?
Convengamos que hay gente objetivamente pasada de peso. Pero el resto podríamos decir sin entrar en detalles, que somos "normales". Pasa que nuestra normalidad supera en 10 o 20 kilos la normalidad de Hotu Iti, la normalidad de la Cecilia Bolocco y la normalidad de Tonka.
Y con esos parámetros no se puede.
El problema más grande es que nosotros compramos esas imágenes. No sólo se trata de los medios queriendo vendernos su idea de belleza, sino de nosotros aceptándola en menosprecio personal.
Quiero ver gordos en la tele. Quiero ver gente fea en la tele. Quiero ver gente como yo leyendo las noticias, leyendo el tiempo, anunciando jeans.
Quiero que a los jeans de mi talla no les sobren tres metros de tela, porque están pensados para una mujer alta.
No. Una mujer baja también puede pesar 65 kilos.
Por eso los detalles son importantes: no decirle a los otros que están gordos (a menos que sea grave, por supuesto), no atesorar ídolos irreales.
Después vienen los pasos más importantes: dar la lucha. Creer en uno. Si tengo vergüenza de mi cuerpo, no me importa, me pongo un bikini igual y salgo como si nada, aunque por dentro esté pensando (AAAAAH, QUÉ ESTOY HACIENDO); porque estos gestos calan en otros y mutuamente nos potenciamos.
Otra cosa que ha jugado en contra de nuestros niños y jóvenes, es la cirugía.
Convengamos que es maravillosa para los casos extremos y que sin duda es un avance en la recuperación de la obesidad mórbida; pero no podemos desconocer que ahora es la panacea.
En las mismas clínicas cuando quieres hacer un tratamiento sicológico y físico para bajar de peso, te dicen que puedes operarte en último caso. Y ESO QUE NO TIENES OBESIDAD MÓRBIDA.
Yo me opongo. Mientras el ejercicio y los hábitos puedan, hay que darle.
La lección de todo esto: personalidad fuerte y conciencia de masa: somo más. No puede ser que un 0.0006% de rubias teñidas sin cerebro, puedan aplastarnos a todos nosotros y convencernos de que somos feos y gordos.
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