15 de octubre de 2008

El dios del hombre

Google es lo más cercano a dios que he conocido. Tras buscar en múltiples religiones y haber sido bautizada en unas cuantas (espero que no me anden buscando mis amigos de los senderos de Cristo), llegué a la conclusión de que todas las respuestas a mis preguntas se encuentran, nada más ni nada menos, que en el simple y omnipotente buscador.

Desde coss tan banales como la receta del pie de limón hasta las más sublimies como la receta de cheescake de frambuesa, Google simplemente lo sabe todo.

Se sabe todas las canciones que me gustan, se sabe todos los sitios donde aparece mi nombre, se sabe todas las recetas naturales para eliminar polillas (que no resulten es otra cosa), se sabe las noticias antiguas.

Para todo arroja una respuesta, incluso para preguntas complejas: ¿cómo amagar la tristeza?, ¿cuántos paracetamoles hacen una sobredosis fatal? Preguntas que todo adolescente obstinado y porfiado, se ha hecho en algún momento.

Google te acompaña, está a un click de distancia de tu computador. Google te enseña, te muestra fotos de tus artitas, te da tutoriales para pasar el Resident Evil 3 en tu Play Station que no es tuyo. Google lo tiene. Y si no lo tiene no existe.

Ésta es una muestra de omnipotencia y ubicuidad que ya se quisieran todos los dioses. Que uno pudiera decir "dios, ya po ¿y?" y dios dijera "ok, la respuesta es..." pero suponiendo que hubiera el dios o los dioses y que respondieran algo algún día, el mensaje sería "la respuesta está en ti". Chucha, ¿y pa eso me rezo 10 padrenuestros todos los días? No po. Yo creo que no es así.

El dios está en uno, todo está en uno al final. Uno es el dios. El Google es un dios otro. Y uno bueno. O no hay dios. O todas las anteriores.

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