21 de junio de 2009

No me apaguen las luces por favor

Invierno de 1990 en Santiago. Los parientes en lo suyo, mi familia en lo nuestro. Para mí un único recuerdo: la oscuridad.

Todos me pelean cuando yo digo que prefiero que me corten el agua en vez de la luz. Que cómo lo haces sin agua, que el baño, que la cocina, que no sé qué. Yo prefiero que me corten el agua. Desde el invierno de 1990 y hasta ahora eso no ha cambiado.

En el invierno de 1990 nos cortaron la luz porque no podíamos pagarla. Yo tenía 6 años. Estuvimos 3 meses en la oscuridad absoluta del invierno, cuando los días son cortos y la noche llega a las 6 de la tarde.

Las razones ya no importan. Estuvimos 3 meses con la luz cortada. Estuvimos 3 meses acostándonos a dormir a las 7 de la tarde, iluminándonos con velas y con una lamparita del viejo oeste de ésas que se ven en las películas de época cuando no existía la luz. Mi mamá me ponía a mí al lado de la vela para poder hacer las tareas y mi amiga, que era zurda, quedaba al otro lado de la mesa y nos chocábamos los codos. Pero mi mamá no me cambiaba de lugar para que yo estuviera al lado de la vela.

Y luego de 1990 hubo muchas veces en que nos cortaron la luz. Nunca tan extensamente como aquella vez. Hubo otra época en el año 1996 cuando mi abuela murió y nos vinimos a vivir acá otra vez. Mi papá estaba cesante. Estuvimos sin luz 3 semanas. Vivíamos todos en una misma pieza porque la casa estaba llena de arrendatarios. Mis papás dormían en una cama de dos plazas a un lado y nosotros 3 dormíamos en otra cama de dos plazas al otro lado. Dormíamos mal porque la Claudia y yo nos movemos mucho. Una noche mi papá llegó tarde, había ido a una entrevista de trabajo y lo habían invitado al asado de la empresa... eso significaba que lo iban a contratar. Era la época del 18 de septiembre. Nosotros no teníamos luz, no teníamos carne tampoco. Pero íbamos a tener trabajo. Yo tenía 12 años, aún faltaban 2 para que comenzara mi vida laboral.

Y al tiempo llegó la luz de nuevo. Y con ella la alegría.

No me gusta la oscuridad porque creo en fantasmas. No me gusta la oscuridad porque me gustan los estímulos lumínicos. Me gusta la tele, me gustan las lámparas, me gusta la penumbra iluminada por algún foco del pasillo a lo lejos.

Y es cierto que el agua es importante. Y sin agua estuvimos muchas más veces que sin luz. Y a mí no me da miedo estar sin agua porque todos te prestan. Nosotros nos íbamos a bañar a casas ajenas, nos traían tinajas con agua. Se resuelve. Obviamente es una lata, pero el agua nunca falta. Y el gas lo mismo. Si no hay plata para gas, siempre hay alguien que te presta un gas. El gas tampoco falta.

La luz sí. Cuando no hay luz no hay esperanza. Te acuestas sumergido en las tinieblas mirando todo bajo el tenue brillo del fuego. Por algo las metáforas de los poetas y de los sabios nos hablan de la luz, de estar iluminado, de tener esperanza en que al final del túnel se ve la claridad.

Por algo los sabios y los poetas no nos dicen ya llegará tu agua... no, nos dicen ya llegará tu luz.

Por eso el otro día, cuando nos cortaron la luz por primera vez desde que yo soy la cabeza de la familia (porque la persona responsable de pagarla no avisó que se acumularon dos meses... irresponsabilidad), entré a mi cuenta bancaria y usé los pequeños ahorros que guardo para inversión.

Alcanzamos a estar 3 horas sin luz.

Porque a mí no me cortan la luz de nuevo. Que me corten el agua. Que nos quedemos sin gas.

Pero no me apaguen las luces por favor.

3 comentarios:

Shalena Mitcher dijo...

Ese fukin mandato de no repetir la historia! y siempre acabamos por hacerlo, aunque sea por la negativa. Je. Igual está bien, es el ciclo de la vida.

Tomás dijo...

Luisaaaaa, te quieroooo

Luisa Ballentine dijo...

El ciclo de la vida de Rafiki, un grande, jaja.

Yo tb te quiero, nene.

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