11 de diciembre de 2010

Crónicas Puntacanescas

Abstract:
Estas crónicas tratan sobre el paraíso en la tierra que es Punta Cana y sobre materias diversas que competen a personas que aman la playa por sobre todas las cosas del universo. El relato contiene alusiones a la playa, el resort, un masaje y el amor de los negros por las chilenas, especialmente la que suscribe.

Día 0

La mayoría de las personas dice que el viaje comienza cuando empiezas a planearlo. Sí, es un tanto cierto. De hecho planear las vacaciones es uno de los elementos que ayuda a ser más feliz según los estudiosos de la felicidad y la psicología positiva. Les creo.

Como saben, uno de mis hobbies es planear las vacaciones, así es que cuando me decidí por este viaje fui muy feliz. Lo que no me hace nada feliz, sin embargo, es el proceso del día de irse: lavar ropa, hacer la maleta, preparar los documentos, comprar dólares. No. Definitivamente eso no es lo mío. Siempre hago la maleta horas antes de viajar, no importa si es a Valpo o a Argentina por 6 meses. Es que simplemente lo odio.

Ese miércoles en la noche me vino a buscar mi papá y nos llevamos a la Dorita que iba a pasar una temporada con sus abuelos mientras estuviéramos fuera.

Luego de cenar y hacer hora muy aburridos, nos fuimos al aeropuerto, las viajeras (mi hermana y yo) y mis papás.

Y ahí hicimos lo que se hace en los aeropuertos: ABURRIRSE COMO UNA OSTRA. Es decir, check in, conversar con quienes te van a dejar, comer tonteras, despedirse y cruzar hasta policía internacional. Ahí viene lo bueno: el Duty Free, donde uno se prueba todos los perfumes del mundo y le gusta uno que no se acuerda cuál es... cosa que a mí no me pasa porque tengo un sistema. Ahora, la idea era comprar en Panamá porque teníamos el dato de que era más barato aún.

En fin. Llega la hora de abordar y nos subimos al avión. Otro rato de espera antes del despegue. Luego la mejor parte de viajar en avión: despegar. Y ya después de eso, al fin, la típica colación para los hambrientos y otro GRAN rato de espera y aburrimiento conjugado con períodos de sueño que nos invadieron con una nueva técnica de descanso: el tradicional cabeceo con la boca abierta.

Y así llegamos hasta Panamá, donde hacíamos la conexión hacia Punta Cana.

Acá el Duty Free de nuevo, y escogí la que es mi nueva fragancia. En eso estaba cuando mi hermana huele una de mis tradicionales fragancias y dice "huele a Luisa" y entonces yo pensé que dado que era como la tercera persona que decía eso sobre el perfume, no me quedaba otra que llevarlo porque al parecer me pertenece. Pero no compré nada porque eso lo haría al regreso.

Tras una espera breve, nos tocó abordar nuevamente. Y nuevamente la mejor parte: despegar. Luego el cocaví y más temprano que tarde divisamos a lo lejos la imagen nítida del agua turquesa de Punta Cana. Y cuando nos empezamos a acercar cada vez más al aterrizaje, yo hice lo que todo amante de la playa que ha soñado toda su vida con visitar uno de los paraísos terrenales del océano y la arena, haría en una situación como ésta: me puse a llorar. Obvio. No se cumple un sueño todos los días.

Día 1

Llegamos al aeropuerto, hicimos todos los trámites y desde el momento en que cruzamos migraciones ya estábamos imbuidas en el ambiente dominicano, pues una banda tradicional tocaba esos ritmos sabrosones que tanto nos gustan.

Buscamos el tránsfer y acá se rebeló lo que sería la tónica de nuestro viaje: el reguetón comenzó a sonar de inmediato, seguido de la bachata y el merengue. Y yo en ese mismo instante no pude menos que sentir que estaba como en casa, porque como saben yo soy reguetonera y merenguera y salsera. Bachatera no.

Tras dejar a unos pasajeros en el Barceló Deluxe Resort, que se veía a toda zorra, emprendimos nuestro camino hacia Ifa Villas Bávaro, nuestro resort. Pagué el upgrade de la habitación porque había leído en internet que la pieza estándar distaba mucho de la superior y que valía la pena cambiarse para estar mucho mejor. Lo bueno era que salía muy barato y todo el mundo lo hacía. Y así, entonces, nos pusieron nuestros brazaletes resorteros que nos daban el acceso al all inclusive y nos identificaban como pasajeros del Ifa, un resort con 4 piscinas (3 de adultos y una de niños), un sector de jacuzzis, 7 restoranes, un café-bar, 2 bares, una discotec, un mall (chico), una tienda de souvenirs, 2 teatros y un spa con su respectivo gimnasio... además de un sector de playa, obvio.

Nos ubicaron en nuestra habitación que estaba al lado de la piscina principal y de la super pizzería que funcionaba todo el día y que en la noche ofrecía hamburguesas, hot dogs y papas fritas; y ahí comenzó nuestra travesía.

Y como buena playera que soy yo al menos, no sé si mi hermana se habrá contagiado 100% de este espíritu mágico que nos guía a los que somos así, lo primero que hicimos, a pesar de no haber comido desde las 9 de la mañana (ya eran como las 16.00 horas), fue ir a la playa... OBVIOOOOOO. Nos enfundamos en trajes de baño, fuimos a retirar nuestras toballas y partimos.

La playa quedaba a unos 5 minutos caminando, en el mismo resort, tenía reposeras, un restorán, una cancha de volleyball y una sucursal del spa, además de una garita de venta de actividades acuáticas.

Ahí acomodamos nuestras cosas y partimos a comprobar la temperatura del agua. Por suerte yo me había informado para no decepcionarme y, en efecto, caliente no es. Eso se los digo desde ya. Pero es buena. Es menos que tibia, pero definitivamente es una temperatura muy agradable y refrescante para el calor que hace.

Tras estar un rato ahí nos dio hambre y fuimos a comer pizza, que era lo que estaba abierto a esa hora.

Después nos fuimos a bañar y partimos a cenar al restorán bufé donde había de todo, obviamente. Luego partimos a descansar un rato y luego al café a tomar algo, para luego ir a la disco. Las discos son muy extrañas porque allá la mayoría de la gente va a mirar a los que bailan y no a bailar. CUEK. Así es que durante un buen rato éramos muy pocos los que figurábamos en la pista haciendo de las nuestras.

Nos aburrimos porque era medio fome y estábamos cansadas, así es que partimos a la durma. Grande sería nuestra sorpresa cuando al otro día al desayuno todos los garzones nos miraban un tanto lasciva y pícaramente mientras me servían el café.

Reflexión aparte

Muchas personas detestan los resorts y su ambiente. Yo lo amé. Debo decir que no es un paseo para todos. A quienes les gusta la aventura del mochileo y la sorpresa del día a día, hacer dedo, acampar y todas esas cosas que yo odio, no deberían nunca ir. Por el contrario, los que son más cómodos y quieren disfrutar de la playa sin perder comodidad, encontrarán acá un lugar perfecto.

La vida da para todo, así es que me parece legítimo que coexistan todos los estilos posibles para vivirla, por eso creo que no es muy representativo de la tolerancia que debería reinar entre nosotros, la denostación del turismo masivo y de catálogo. Es una forma más de viajar tan válida como cualquiera y al que no le guste, maravilloso. Creo que no disfrutaría de tener tanta gente en mi resort, así es que mientras menos seamos, mejor :P

Pronto seguimos con esta crónica. En el día Día 2 no se pierdan la aparición de Carlos, el garzón del blin blin que en estos momentos aún llora mi partida.

Leer entrega 2.
Leer entrega 3.

2 comentarios:

Tomás Reyes dijo...

Estas crónicas no me las pierdo NICA!!!!! Ya quiero saber el restoo!!

Luisa Ballentine dijo...

jajaja, graciaaas

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